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Querido insomnio: 

Eres como un pequeño diablo que muerde mis orejas, me pica los ojos, me golpea el estómago y agita mi cabeza. Ya me cansé de tus gritos al oído y de la cuchilla que araña el pizarrón que me mantiene despierto. 

Estoy cansado de que no me dejes cerrar los ojos con tus afiladas garras.  

¡No lo soporto! Me estoy volviendo loco.

Al ver mi cuarto en completa oscuridad siento como si estuviera en otro lugar.

Escucho música para disminuir el ruido de las palabras que me hieren el corazón y rompen mi mente. ¿En qué momento te irás? ¿Tendré tranquilidad? Mis ojeras tienen tu nombre.

Detesto cuándo bajas la voz. Me hablas de una manera incómoda que destroza mi alma. ¡Cállate! Deja de darme malas ideas, deja de decirme cosas no son ciertas, porque creo que sí lo son. 

Solo déjame descansar por un minuto o un segundo. Solo quiero tu silencio; cerrar mis ojos y sentir como la habitación me envuelve hasta por fin dormir, pero en mi interior sé que no será así.

Veré el amanecer contigo a mi lado, mientras aúllas en mi hombro. 


Prosa poética

Alfonso Meza, Alumno de Licenciatura en Literatura y Creación Literaria

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