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Divorcio metafísico: El eterno dilema de la creación en "El paraíso perdido"

Actualizado: hace 2 días

Soy un malvado porque no soy feliz. Yo era bueno y cariñoso, mas el sufrimiento me ha envilecido. Concededme la felicidad, y volveré a ser virtuoso.

Mary Shelley, Frankenstein


Uno de los tópicos más discutidos en la historia de la humanidad ha sido la relación entre Dios y el hombre. Desde quienes piensan que no puede tratarse de un ser antropomórfico hasta quienes cuestionan su mera existencia, todos pretenden averiguar la realidad de nuestro origen. No fue sino hasta que llegó John Milton (1608 - 1674) con su obra El paraíso perdido (Paradise Lost, 1667) que cambió la perspectiva desde la cual se analizaba uno de los relatos religiosos más importantes del mundo: el mito de la creación.


El texto va más allá de los pasajes bíblicos. Se trata de un poema épico que habla de los motivos del pecado original y que le da un contexto a la expulsión de Satanás del cielo. En conjunto con una aglomeración de imágenes inmensas y con más de 10 mil versos, la obra describe los abismos del infierno y los rincones del paraíso. Milton hace un contraste dramático constante, refuerza sus versos con onomatopeyas, y escribe con mucho color. Por ejemplo, cuando Adán y Eva hacen el amor en el bosque, describe de esta manera:


“Un manto de flores / fue su segundo lecho, violetas azuladas, cardillos dorados, jacintos y asfódelos. / El regazo más fresco y suave de la Tierra”.


La intención de Milton era criticar la figura de Dios y atacar su rol como procurador de la justicia, aunque se ha llegado a leer en sentido contrario. Algunos románticos como William Blake, Percy Shelley y Lord Byron, entre otros, vieron a Satanás como un rebelde, por lo que lo consideraron el verdadero héroe de la epopeya. Se sintieron menos interesados en los postulados teológicos y más atraídos hacia la dicotomía entre la omnipotencia divina y el libre albedrío de los hombres, entre la aceptación de la condición humana ontológica y la rebelión. Es decir, pusieron por encima un dilema moral y dotaron de un nuevo significado a la figura de Satán.


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El poema se desarrolla a partir de varios ejes interpretativos. El primero de ellos es la contraposición entre las reglas de Dios y la libre decisión de Adán y Eva frente a ellas. Dicha situación pone a Satanás en una posición anarquista, pues fue el primero que rechazó las órdenes divinas y buscó la libertad. Es claro que este tema refleja el pensar ilustrado de Milton. Expresa que el pecado, a diferencia de la virtud, lleva al hombre por el mal camino.


El segundo consiste en la emancipación de Eva. Al tomar el fruto prohibido prueba su debilidad y sus ansias de independencia. Ella se muestra incapaz de obedecer la única regla impuesta, cuyo cumplimiento es condición para permanecer en el paraíso. A diferencia de Adán, ella no se encuentra satisfecha con su ignorancia ni con su sumisión. Es dicho acto de rebeldía el que determina el destino de ambos humanos: su expulsión del Edén. Eva se da cuenta del valor del conocimiento y comprende por qué se le ha sido negado: 


“Es cierto que alguna vez pensé que la libertad y el Cielo / las almas celestiales eran una y la misma cosa / pero ahora veo que la mayoría / permanece en la sumisión por pereza”. 


El tercero apela a la idea, propuesta por Satanás dentro del texto, de que la felicidad y el conocimiento van de la mano. Milton utiliza metafóricamente el Árbol de la Ciencia como un elemento discursivo que busca señalar el desencanto de la mirada científica por sobre la mirada creyente. Como buen ilustrado, nos dice que no siempre es bueno saber la razón de todo lo que nos rodea ya que nos podría hacer sentir miserables o llevarnos a la desilusión absoluta. Incluso utiliza a Satán como vivo ejemplo de dicha forma de vida.


También está presente una visión conservadora sobre la sexualidad y el amor, propia de El siglo de las luces. El hecho de que Adán siga ciegamente a Eva hacia la perdición muestra la impotencia frente a la fuerza de Eros. Para Milton, a la hora de la verdad, el enamoramiento no puede darte nada bueno con lo que enfrentar las consecuencias de tus actos, excepto quizá la compañía. Contrario a la perspectiva romántica posterior, amar, sucumbir a la seducción, hacer caso a los instintos primarios y dejar el decoro a un lado, significa dejar de ser virtuoso, lo que conlleva a la perdición en lugar de a la liberación. En aquella época, guiar la presión sexual por los valores cristianos para reconciliarse con los ideales religiosos seguía siendo uno de los principales objetivos del pensamiento ilustrado.


Sin embargo, el dilema central está lejos de entretejerse de esta manera interpretativa. Para empezar, el hecho de negar el conocimiento tiene que ver con el acaparamiento del poder y con el temor a compartirlo. Si el valor que le damos al conocimiento de verdad está relacionado con aprovechar de mejor manera el mundo que nos rodea, es de esperarse que algunos quienes lo poseen eviten que alguien más lo haga. A Eva se le prohíbe comer el fruto del árbol que contiene lo que sabe su propio creador. Entonces, es posible que para Milton, el hecho de igualarse con Dios a través de la verdad lo convierta en una especie de antagonista para la humanidad –situación que además refuerza el heroísmo anárquico de Satanás– ya que no está en los intereses de lo divino compartir terreno.


De aquí sale otra vertiente importante: la crítica a la monarquía. Para ello debemos remontarnos al contexto de la Guerra Civil Inglesa, evento que marcó a Oliver Cromwell, amigo cercano y compañero de batalla de Milton. Fue él uno de los primeros en pronunciarse en contra de las monarquías, en específico la de Carlos I de Inglaterra, un monarca autoritario que ponía impuestos excesivos con la excusa de  haber sido elegido por Dios y por lo tanto, no rendía cuentas a nadie. Al morir, Cromwell dejó en Milton un aire revolucionario que después plasmaría en su epopeya tiempo después. Y es que la presencia de Dios en su obra es asimismo una alegoría de los imperios impuestos arbitrariamente en el continente y que se habían salido con la suya al portar la bandera de la religión.


No solo critíca Milton a la monarquía, sino también a la institución eclesiástica, cuyo rol había sido también el del aprovechamiento de las masas. Supuestamente, la Iglesia debía ser el hilo conductor entre Dios y la gente. No obstante, se había estado utilizando como pretexto para cobijar gobiernos dictatoriales y sangrientos. Además, Milton cuestiona el porqué de la dichosa representación de Dios a partir de ciertos personajes del clero, a través de la figura de El Hijo. En pocas palabras, a la Iglesia no le conviene que hagas preguntas sobre Dios, ya que se basan en la ignorancia de sus seguidores para subsistir e incidir en la política.


Luego, el tema central de la obra, que tiene que ver con un dilema anterior: la obediencia. Eva falla miserablemente en resistirse a la tentación y termina por crear el pecado original. La construcción de su personaje tiene un desarrollo primario que la centraliza –y hasta podría confundirse– como una especie de protagonista. Mucho de lo que le ocurre tiene un enfoque humanista que pareciera reivindicar la posición de la mujer sobre el mito de la creación como un elemento protofeminista. Quizá Milton no lo hizo a propósito, pero parece haberle dado a Eva un rol más profundo e importante en su trama. Incluso pinta a Adán como un holgazán y un inepto en algunos momentos del relato. Y al final, es su belleza, la de la mujer, la que condena al hombre y lo obliga a seguirla de forma incondicional, ya que se posiciona como alguien más inteligente y más capaz.


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Por último tenemos la milenaria relación entre Dios y el hombre. Milton hace un juego simbólico interesante: Padre e hijo, creador y creación, Dios y hombre. En Frankenstein o El moderno Prometeo se hace alusión a este fenómeno ontológico. En la novela, Mary Shelley confronta a sus personajes, coloca al científico frente al monstruo –creador frente a su creación– y contrapone sus puntos de vista en el texto. La bestia se siente rechazada por su propio padre y decide confrontarlo. El doctor Frankenstein detesta el resultado de su creación y busca deshacerse de ella. De la misma manera, Satanás se siente rechazado por Dios y él está molesto con su propio hijo. 


Jean-Jacques Rousseau, filósofo suizo-francés, decía que el estado de naturaleza lo pueblan buenos salvajes –como el monstruo en Frankenstein– y que el ser humano es bueno y empático por defecto. Este pensamiento impregnó las obras del romanticismo, pero también el poema de Milton. Para el autor, existe una condición innata del hombre frente a su creador que evita que pueda ser sumiso y que lo pone en conflicto inevitablemente. Es este el divorcio metafísico que genera El paraíso perdido a lo largo de sus versos, reflexionando de forma activa los verdaderos motivos de nuestra existencia y poniendo en duda los beneficios del dogma religioso.


Como conclusión, podría decirse que esta es una obra única, con un despliegue técnico innovador para la época que busca que nos preguntemos sobre las propiedades y características que nos hacen humanos. Es una crítica al orden social y político, a la condición de rebeldía humana, a los hechos defectuosos de nuestra naturaleza que desafían a la virtud, al conocimiento como recipiente de la plenitud y a la figura perfecta de un Dios que ya no nos representa. No es casualidad que los románticos compartieran arquetipos con los griegos, sobre todo del dios Prometeo, quien se sacrificó para darles el conocimiento del fuego a los hombres.


Sin duda es una historia que inspiró a muchas generaciones y que fundó las bases de los siglos posteriores. Muchos de los temas expuestos en este ensayo han sido, son y seguirán siendo analizados durante mucho tiempo más. Algunos argumentan que el pecado original es en realidad la soberbia, pues Eva se sabe más hermosa y más inteligente que Adán al verse reflejada en las aguas del Edén. Otros están convencidos del heroísmo que parece proponer Milton en el diseño de Satanás, el hijo maldito de Dios. Se harán miles de especulaciones sobre la verdadera intención del texto. Sin embargo, aún no conocemos a la humanidad en su totalidad y quizá jamás lo haremos.


Ensayo creativo

Emilio Quiroz, Alumno de Licenciatura en Literatura y Creación Literaria

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