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Voraz y hierro

Actualizado: hace 2 días

Los perros de la mañana ya han sido azotados, 

en sus heridas esparcen ungüento viejo. 

Las bestias avanzan con los pechos sangrantes.

Detrás de los primeros hacen fila los otros,      

con las jóvenes costras del día anterior al aire.

Las tetas de las perras arrastran en el piso, 

remueven el polvillo,

muerden los cuellos de las crías  y entretetienen sus tripas huecas. 

Grandes buitres vuelan alrededor, 

planean sobre las cabezas gachas. 

Esperan que los cachorros se desteten y mueran revolcados en el suelo,

pateados por las propias madres. 

Al fondo hierve un caldo de carne. 

La procesión de alimañas camina 

sin notar el calor de la olla que los espera. 


Arriba de la pintoresca cabaña se asoma una pata esponjada. 

Alarga una cuchara para alcanzar el líquido humeante,      

el hocico chato del perrito sorbe con elegancia.

«Exquisito», exclama.

Su cuerpo suave se estira sobre un taburete, tafetán color oro. 


Poema

Vero Mon, Alumno de Licenciatura en Literatura y Creación Literaria


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