Los reflejos folclóricos y espejos narrativos en "El monje" de Matthew G. Lewis
- Ricardo Calderón de la Barca

- 13 dic 2023
- 8 Min. de lectura
Actualizado: hace 2 días
Desde que se comienza a leer, se percibe que no es una historia de uno, sino de una serie de personajes, todos involucrados de una forma u otra en los enredos de la narrativa. Decir que la construcción novelesca de El monje es adelantada a su tiempo es quedarse corto; lo que Matthew G. Lewis nos presenta es una historia llena de giros, aventuras y misterios, y a pesar de todo, siempre parece estar un paso delante de todos.
Ágilmente nos enseña, una por una, las diferentes piezas de su sombrío rompecabezas, mezclándolas entre leyendas y canciones folclóricas, hasta que, todas juntas, conforman grandes espejos de su novela.
Es impresionante que, a pesar de haberla escrito en tan solo 10 semanas, cada uno de los capítulos se redondea con los que vinieron antes, y los que le siguen; elementos que aparecen al principio, regresan al final con nuevos significados, o más bien, nosotros regresamos a ellos con nuevos ojos. Y así se demuestra el valor de las historias paralelas; algunas aparecen de repente, como si estuvieran fuera de lugar; otras nos muestran sus cartas desde el principio, pero todas, en retrospectiva, añaden algo de extrema importancia a la narrativa.
Uno de los elementos más interesantes del libro es la implementación de cuentos, baladas, y leyendas pertenecientes al folclore general europeo. Por un lado, estos textos le agregan un toque de tradición a la narrativa que no solo la enriquece, sino también nos remite a la hibridación de géneros literarios que Cervantes implementaba en sus obras (en especial en el Quijote). Por otro lado, su aparición en el texto no son meros caprichos estilísticos, ya que los contenidos logran complementar los temas de la obra de diversas formas; incluso reflejan situaciones que ya sucedieron… o que están por suceder. El mejor ejemplo de esto es la historia del rey de las aguas, una balada danesa que se presenta en el primer capítulo de la tercera parte de la novela. Aparece de la nada, fuera de lugar, como ya mencioné; aparece como si no importara, como un relato contado por un personaje secundario.
Para este momento, en el libro, se ha generado una suerte de efecto dominó entre las historias de Agnes, Raimundo, don Lorenzo, Elvira, Antonia y, por supuesto, Ambrosio. Al enterarse de la supuesta muerte de Agnes, Raimundo se enferma gravemente; don Lorenzo, por estar a su lado —y lamentar de igual manera la pérdida de su hermana—, no puede darse el tiempo de visitar a Elvira, ni cumplir sus promesas de casamiento sin el permiso de su tío, el Duque de Medina; por lo tanto, Elvira no puede advertirle a alguien sobre las intenciones de Ambrosio con su hija.
Mientras tanto, Teodoro, el escudero de Raimundo, se ha dedicado día tras día a descubrir la verdad sobre Agnes, sea a partir del conocimiento de las Monjas o a través de otros medios. Así que, un día, se disfraza de mendigo y convence a las monjas de que lo dejen pasar y quedarse con ellas un rato.
Es aquí que, al verse obligado a contar las falsas “aventuras” de su personaje máscara —tarea que cumple con alegría, ya que aparte de ser escudero, Teodoro es escritor—, inicia a relatar un reflejo de la historia de Agnes, y un vistazo al posible destino de Antonia: La trágica historia de la encantadora doncella que se enamoró de un caballero desconocido, y el peligro que hay cuando las jóvenes se dejan llevar por la pasión.
La balada habla de un demonio acuático que busca adueñarse de una bella doncella que un día vio desde su arroyo; ella iba camino a la iglesia, feliz e inocente. El demonio le pide a su madre bruja que le ayude, y ella lo disfraza de un caballero principal, el rey de las aguas; este alcanza a la doncella en la capilla, y es admirado por todos, pero más por ella. La seduce con palabras dulces y ella toma su mano en matrimonio frente al sacerdote de la iglesia, sin saber que es un demonio quien se la lleva. Juntos se van, regresan al riachuelo; él insiste en que lo deben cruzar sobre su caballo y le promete que no tiene profundidad, pero mientras más avanzan, más se hunden y aunque la doncella le implora que salgan, él no la obedece. La logra engañar, y cuando el agua les llega al pecho, el demonio tempestad la toma, ahogando sus gritos, ahogándola a ella…
El final de la balada nos remite, de cierto modo, a los temas explorados en El monje —los peligros de falsas apariencias— con esta última estrofa (o stanza, como se les dice en inglés):
Warned by this tale, ye Damsels fair, / To whom you give your love beware! / Believe not every handsome Knight, / And dance not with the Water-Spright! (1)
La inclusión de la balada tiene varias intenciones. Primero, la intención narrativa: Teodoro espera que Agnes escuche la balada, ya que ella fue quien se la enseñó, y le dé una señal de vida. Segundo, la folclórica (intertextualidad): la balada reintroduce los elementos fantásticos y esotéricos a la historia.Por último, la temática: el relato refleja un gran número de características y situaciones repartidas a lo largo de la novela.
Si el lector conoce lo que pasa, no le será fácil ignorar las extensas similitudes que hay entre la balada y las tragedias centrales del libro. Tan solo cambiemos unos cuantos nombres de lugar y notaremos cómo, poco a poco, diferentes piezas pueden caer en el mismo lugar.
Diluyamos la estructura de la balada en un argumento simple y arquetípico: Una persona de virtud (la bella doncella) se convierte en la víctima de un monstruo (el demonio de agua) que, con la ayuda de un habilitador (la bruja), aparenta ser alguien que no es.
En todos los casos, la víctima es ignorante a las verdaderas intenciones del monstruo hasta los últimos instantes del relato, cuando ya es demasiado tarde.
Hay tres personajes, en diferentes momentos de la novela, que ocupan el lugar de la víctima. Estos son Ambrosio, Antonia y, por supuesto, Agnes. Por lo tanto, el “monstruo” de cada uno respectivamente es: Matilda (tentación), Ambrosio (deseo sexual) y la Priora (control y poder dogmático). Por último, falta el habilitador, usualmente alguien o algo con poderes o habilidades que le permiten al monstruo lograr su cometido: Lucifer habilita Matilda, Matilda habilita a Ambrosio, y la iglesia habilita a la Priora.
Nuestra primera víctima, Ambrosio, es un hombre virtuoso al inicio de la novela, alabado por su devoción a la iglesia y grandes discursos; sin embargo, un toque de orgullo lo envuelve como las túnicas que usa. Todo va bien hasta que conoce a Matilda, quien, en un principio, aparece como un joven novicio llamado Rosario. Poco a poco, entre disfraces y apariencias, Matilda seduce a Ambrosio con su belleza, arrastrándolo por el camino de la tentación, hasta que sucumbe y rompe sus votos de castidad. Desde ese punto en adelante, todo va de mal en peor. Este arco narrativo se desarrolla hasta el final de la novela, y es entonces que Ambrosio, ahogado en lujuria, deseo y ambición, sabe que nunca hubo vuelta atrás. Ahí nos enteramos de que Matilda era un demonio enviado por el mismo Lucifer con el fin de tentarlo; el gran ángel caído viene y regresa a lo largo de la historia y habilita a Matilda para cumplirlo. Al final de la novela, Ambrosio muere, poéticamente, por su propia mano, rodeado por las aguas de la tentación.
La historia de Antonia, la segunda víctima de la novela, es la que más se refleja en la balada danesa. Ella es la hermosa doncella asombrada por las palabras de un ser que aparenta y muestra virtuosidad; ignorante a los designios del monstruo que se esconde bajo esas apariencias. Ambrosio, quien primero fue víctima, ahora es el monstruo de alguien más. Desea a Antonia, la busca como un tesoro que tiene que alcanzar; para ello, su vieja tentación, Matilda, se vuelve en quién lo habilita, proporcionándole las herramientas para satisfacer sus deseos.
El trágico final de la bella joven es tétricamente similar al de su contraparte en la balada: un ruego a gritos en medio de una tempestad.
She shrieks, but shrieks in vain; for high / the wild winds rising dull the cry; / The Fiend exults; The Billows dash, / And o’er their hapless Victim wash. (2)
La única diferencia es que Antonia, a pesar de admirar la virtud de Ambrosio, no siente pasión por él; la pobre es un espejo de muchas mujeres, violadas y asesinadas por el simple hecho de su sexo. Es aquí —y en el siguiente ejemplo— que la novela, apoyada de un número de relatos, leyendas y baladas antiguas, siguió hablando a través de los siglos, y llegó a nuestras manos de nuevo, a contarnos una historia más, una historia de mujeres desamparadas por un sistema de creencias, una historia que, tristemente, sigue siendo relevante hoy en día.
La última víctima es Agnes. Su historia se esconde entre los relatos de otros, y la mayoría de los sucesos son un misterio clave de la novela. Su monstruo es la Priora, quien la condena por romper sus votos de castidad, y haber quedado embarazada. Aquí, Agnes y Ambrosio son reflejos opuestos; uno cayó por tentación y lujuria; la otra, por una pasión legítima por su amado, Raimundo. La novela castiga al primero, y defiende a la segunda. Porque no hay maldad en sus actos; no obstante, la iglesia, cuya doctrina habilita las acciones de la Priora, no lo ve igual. Agnes es torturada, supuestamente asesinada, y llevada hasta el límite, pero a diferencia de los otros, recibe una última oportunidad, y es descubierta al borde de la muerte con su hijo en manos. Al ser salvada, es la única de las tres víctimas que sobrevive.
Ambrosio murió por sus acciones; Antonia por el simple hecho de existir, y Agnes, sobrevive, como un punto medio de ambos.
La balada danesa es tan solo una de varias historias agregadas que reflejan los sucesos de la novela. La leyenda de la Monja Sangrienta también refleja la historia de Agnes; la primera aventura de Raimundo habla de ladrones que fingen ser alguien más, e incluso aparece un veneno en forma de vino; más adelante, vemos a las monjas y a Ambrosio utilizar una poción similar con Agnes y Antonia.
Lewis reconfigura las piezas de su laberinto constantemente, regalándonos vistazos a lo que está por venir y lo que estuvo ahí desde un principio. Como narrador, tiene un manejo preciso del suspenso y de la información; todo el tiempo te esconde algo, mientras te muestra algo más, y ambas cosas siempre terminan siendo importantes. En otras palabras es un mago que perfectamente sabe engañarte y sorprenderte.
Por último, me gustaría agregar que, al investigar si la balada existía fuera de la novela, encontré que, en algunas versiones —incluyendo una en cuento de Hans Christien Andersen, quien también era danés— no solo el personaje de la doncella se llama: Agneta, sino que la balada también se conoce como La balada de Agneta. Resaltando la conexión entre el relato folclórico y el personaje de Agnes en la novela de Lewis. Incluso, en un anuncio previo al primer capítulo de la novela, Lewis remarca que varias estrofas, de la tercera a la doceava, fueron tomadas directamente de la balada original. En este mismo anuncio también comenta sobre los poemas españoles que utiliza, y explica que los recuperó gracias a su lectura, y clara influencia, de Don Quijote. (3)
Lewis ha sido un gran maestro, y un excelente escritor, la influencia de esta novela en todo lo que siguió es innegable; en especial, en el romanticismo y sus autores. En mi opinión, la mejor novela gótica que he leído, o al menos el mejor ejemplo del género. Espero con ansias poder visitarla de nuevo.
Ensayo creativo
Ricardo Calderón de la Barca, Alumno de Licenciatura en Literatura y Creación Literaria



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