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Voz

Oídos de amatista

y nube en palo santo,

oscura luz en calma que desvista

mi voz que cuesta tanto.

Se hacen nudos las cuerdas, y al callar,

estas tercas puntadas me provoco.

¿Cómo podría hablar?

Si intento, de palabras me sofoco.

Pero eres tinto cielo,

lavanda y sodalita,

sábana, noche, sueño en el desvelo,

Jesús que resucita. 

Haces mi enredo planta,

me preguntas y tocas con los ojos,

descoses mi garganta

empujas a soltarme los cerrojos.

Sonido que en ti escurre

soy, piedra sal de cuentos

hoy, voz copal discurre 

y voy en paz poniendo los acentos,

posados en tu oreja 

atenta y circunfleja.

Doy en risa gracias por un instante 

que gentil me has devuelto voz que cante.


Poema

Maria Fernanda CaSot, Alumna de Licenciatura en Literatura y Creación Literaria

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